Un cuento corto de ciencia ficción. Una historia sobre un futuro lejano en el que la humanidad dejó la Tierra para buscarse la vida en los vacíos estelares.
Colono
El hombre leía los monitores en la sala de control. Su cápsula flotaba con lentitud, sujeta al espacio que las líneas de carbono le permitían. Afuera, las ventanas le mostraban uno de los polos marrones de la luna en que su colonia orbitaba. Cuando cumplió su cuota de trabajo, la manguera de servicio le otorgó el alimento sintético que le correspondía. Dejó de operar los brazos mecánicos que iban hasta la consola para fijar su vista sobre la superficie del satélite.
Imaginó a los primeros colonizadores. Se pensó caminando como aquellos a los que había visto en las películas históricas; tantos paisajes. Ignoraba cómo era su cuerpo. El color de su piel se le antojaba de un rosado pálido, como vio en el colono cuya cápsula se abrió en un accidente. Sólo podía mirar sus ojos. Cada jornada, después de calcular las trayectorias de los cuerpos celestes circundantes y medir la fuerza gravitacional combinada por medio de vectores, los miraba en el reflejo de la ventana.
Imaginó a los hombres que pusieron su pequeño cuerpo recién sacado de las máquinas de incubación, dentro del huevo que sería su hogar hasta que muriera. Entrar en las salas de clonación era un crimen, a menos que se formara parte del clan que desde tiempos inmemoriales estaba encargado de dirigir la procreación de la raza. Por eso mismo, el funcionamiento interno de su cápsula y el aspecto de una cría, le eran desconocidos.
Lo que sabía le fue enseñado por los proyectores de educación, que le dijeron todo sobre la historia en la que su especie había salido de su pequeño planeta hacia otros sistemas. Supo, desde su juventud, cómo esa vida bárbara a base de alimentos saturados en grasas y cópula se sustituyó por una existencia dedicada al progreso. Recordó la película donde veía a un hombre de los tiempos antiguos besando a una mujer, su tímida risa no traspasó la cápsula.
El descanso terminó. Regresó al trabajo. Una alarma luminosa parpadeaba en su consola. El monitor le mostró una riada de números, advirtiéndole de las serias fluctuaciones que el campo magnético de la estrella del sistema estaba experimentando; un resplandor le cegó antes de que lograra interpretarlos.
Las cuadrillas de limpieza recorrieron varias unidades astronómicas de distancia antes de arribar al naufragio. Enjambres de cápsulas salieron de los transbordadores, y se dispusieron a la limpieza: recoger los escombros y retirar los cadáveres; todo se reciclaría en la construcción de otra colonia. Una pareja de trabajadores encontró al matemático; su cabeza calva tenía una herida profunda. El cuerpo, desnudo tras el estallido, libre de su envase, tenía extremidades pequeñas, su piel era pálida y lampiña.
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Este cuento lo hice con el apoyo del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Aguascalientes, ahora PECDA, cuando fui becario en la categoría de joven creador. Todo mi agradecimiento para ellos.
Aquí te dejo otro cuento corto de ciencia ficción.
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